sábado, 9 de abril de 2011

La balsa de Aznalcóllar

A las tres y media de la madrugada del 25 de abril de 1998 una brecha de sesenta metros de ancho y treinta de alto quebró la balsa minera de la localidad sevillana de Aznalcóllar. En pocas horas siete millones de metros cúbicos de lodos tóxicos y aguas ácidas alcanzaron las orillas de los ríos Agrio y Guadiamar, hasta llegar a uno de los mayores emblemas naturales del mundo: el Parque Nacional de Doñana.

El agua arrastraba oxígeno sin disolver y sólidos en suspensión que provocaron la muerte de toda la vida subacuática: más de 30 toneladas de peces muertos y 170 de cangrejos fueron recogidos en los días siguientes. Muchas de las aves que habitaban en las orillas consiguieron escapar a la catástrofe pero sus puestas se vieron seriamente afectadas. España asistía, atónita, al mayor desastre ecológico de su historia: 4.600 hectáreas de superficie cultivable se cubrieron de negro lodo; más de 60 kilómetros de cauces impregnados por la contaminación; más de 46.000 habitantes de diez municipios afectados y más de 5.000 puestos de trabajo hipotecados.




Los lodos tóxicos de la multinacional Boliden-Apirsa rompían un ya de por sí frágil equilibrio entre marismas, aguas dulces, riberas agrícolas, una fauna de ejemplares únicos y en extinción y las actividades del hombre. Hoy, seis años después de la catástrofe, ecologistas y expertos consideran que la mina de Aznalcóllar sigue siendo una «bomba de relojería».

Niveles de contaminación

A pesar de las labores de limpieza, algunas zonas del río Guadiamar y su afluente, el Adrio, siguen presentando importantes niveles de contaminantes. Así lo reconoce en un estudio la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, al señalar que en una de las estaciones de control de contaminación situada en el río Guadiamar existe «un alto nivel de incumplimiento de metales, ya que supera los límites legales en cadmio, cinc y cobre». Un hecho que ha llevado a la Confederación a suponer «que esta contaminación tan persistente en el tiempo se deba a la posibilidad de que la balsa minera de Aznalcóllar tenga algún tipo de fisura», según se recoge en un documento elaborado por WWF/Adena, que analiza el estado actual de Doñana tras seis años de trabajos para descontaminar y restaurar la zona.




El documento señala que en el área minera se han producido recientes episodios de contaminación de aguas. Así, la filtración de tóxicos de las escombreras llegó al río Agrio provocando la muerte de toda la población de peces. Un episodio de filtración de residuos desde la mina que, para más inri, se produce en una zona desde la cual se toma el agua para el consumo humano del municipio de Aznalcóllar. Una situación que hace temer la posibilidad de que las aguas del río Guadiamar estén contaminándose al mezclarse con las del Agrio.




Restauración de la mina

En este sentido, Juan José Carmona, de WWF/Adena, señala que después de seis años de la catástrofe, una de las asignaturas pendientes sigue siendo «la restauración de todo el entorno de la balsa minera para evitar posibles filtraciones y problemas», en especial tras la inoportuna reapertura de la mina en 1999. No obstante, se muestra cauto ante la existencia de una grieta en la balsa de Aznalcóllar: «primero tendrían que realizarse las labores de sellado e impermeabilización de la balsa, si la contaminación desaparece, entonces podríamos hablar con toda seguridad de que a día de hoy existía una grieta».

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